El Observatorio
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Pagos instantáneos para un mundo más “fast”
Pagos instantáneos para un mundo más “fast”
9 de septiembre de 2024
9 de septiembre de 2024
Que el mundo del consumo tanto digital como tradicional ha cambiado para siempre y sobre todo desde la fase COVID es una obviedad y una realidad que todos conocemos y que ya hemos asimilado como lo normal como consumidores.
Ahora y desde hace un tiempo, ya sea producto del ritmo de la vida que nos tiene sumergidos a todos o bien por el relevo generacional de consumidor que no se conforma con los tiempos de entrega previos al 2020 y que pretende ahora estar continuamente instalado en lo inmediato y lo trendy, hasta tal punto de que lo que se consume prácticamente se ha fabricado horas antes.
Ha provocado no solo un gigantesco esfuerzo por parte de los grandes retailers de la industria y conglomerados logísticos sino que ha removido los mismos cimientos de la industria financiera donde se apalanca el tejido económico de cualquier país de primer orden.
Desde la aparición de las primera cámaras de compensación en LATAM por allá los años 50/60 del pasado siglo (ej: CECOBAN México 1956) así como las primeras tarjetas de crédito prácticamente en el mismo periodo, años 60 con Banamex, ambos medios han ido evolucionando de manera natural por caminos distintos.
El primero prácticamente enfocado a operar en la trastienda, conectando la plaza a nivel interbancario y para movimientos de alto importe donde su foco principal era asegurar la interoperabilidad, pero poco expuesto al consumo popular.
Por otra parte la tarjeta, con un diseño apalancado en 4 actores (comercio, banco adquirente, emisor y marca o esquema) y elegido para ser el driver a masificar en la población bajo un esquema de incentivos basado en los programas de puntos, los famosos loyalty y destinado a crear sensación de exclusividad o pertenencia además de seguridad controlando los tiempos de entrega de los fondos o “settlement” a los negocios.
Ambos han seguido caminos distintos y se han ido construyendo en base a las necesidades del contexto al que aplicaban, pero…, las reglas del juego han cambiado como anticipábamos al inicio, el consumidor lo quiere todo “ahora” y el comercio quiere responder a ese “ahora” manejando la totalidad de su caja también “ahora” y no esperar a recibir los fondos “después” y con la comisión correspondiente aplicada por los jugadores que participan.
Verticales como el “fast delivery” transformándose casi al “same day delivery” , los modelos “rider” donde el freelance necesita liquidez instantánea, el fast fashion en el sector de la moda aplicado en los online retailers e incluso todo lo que gira alrededor del campo logístico y el nearshoring, son industrias que necesitan la velocidad de la transferencia además de mejorar su posición de caja para mantenerse competitivos reduciendo a su vez la exposición al fraude y a los famosos contra-cargos.
Por ello, desde Agosto del 2004 con la aparición de SPEI y con referencias de éxitos como UPI en India en 2016 y PIX en Brasil en 2019, han puesto el pago cuenta a cuenta (A2A) como el mejor posicionado para resolver las necesidades de estas industrias nuevas. El azar como no podía ser de otro modo, así como la revolución fintech alrededor de los pagos, acompañada de profundos cambios en la regulación, hacen que hoy no solo sea una realidad el uso de medios como la transferencia en línea sino que se prevea un crecimiento sostenido de un 17% anual en la penetración de este medio en el consumo digital en la región de LATAM.
En el mundo de las grandes cifras, esta conjunción entre adopción de medios como el cuenta a cuenta junto con el crecimiento sostenido en el online y las anteriores industrias se traslada a importantes ahorros como XX estimado en LATAM para el online y un aumento de su venta al alcanzar otros estratos de la población de hasta un XX% anual.
Las conclusiones son claras, los medios de pago ya no son solo la tarjeta o el cash, el verdadero “driver” es el smartphone y el medio de pago que mejor se adapte a él y más cobertura tenga sobre la población será el que predomine al final, incluyendo todas las realidades de la calle.
Que el mundo del consumo tanto digital como tradicional ha cambiado para siempre y sobre todo desde la fase COVID es una obviedad y una realidad que todos conocemos y que ya hemos asimilado como lo normal como consumidores.
Ahora y desde hace un tiempo, ya sea producto del ritmo de la vida que nos tiene sumergidos a todos o bien por el relevo generacional de consumidor que no se conforma con los tiempos de entrega previos al 2020 y que pretende ahora estar continuamente instalado en lo inmediato y lo trendy, hasta tal punto de que lo que se consume prácticamente se ha fabricado horas antes.
Ha provocado no solo un gigantesco esfuerzo por parte de los grandes retailers de la industria y conglomerados logísticos sino que ha removido los mismos cimientos de la industria financiera donde se apalanca el tejido económico de cualquier país de primer orden.
Desde la aparición de las primera cámaras de compensación en LATAM por allá los años 50/60 del pasado siglo (ej: CECOBAN México 1956) así como las primeras tarjetas de crédito prácticamente en el mismo periodo, años 60 con Banamex, ambos medios han ido evolucionando de manera natural por caminos distintos.
El primero prácticamente enfocado a operar en la trastienda, conectando la plaza a nivel interbancario y para movimientos de alto importe donde su foco principal era asegurar la interoperabilidad, pero poco expuesto al consumo popular.
Por otra parte la tarjeta, con un diseño apalancado en 4 actores (comercio, banco adquirente, emisor y marca o esquema) y elegido para ser el driver a masificar en la población bajo un esquema de incentivos basado en los programas de puntos, los famosos loyalty y destinado a crear sensación de exclusividad o pertenencia además de seguridad controlando los tiempos de entrega de los fondos o “settlement” a los negocios.
Ambos han seguido caminos distintos y se han ido construyendo en base a las necesidades del contexto al que aplicaban, pero…, las reglas del juego han cambiado como anticipábamos al inicio, el consumidor lo quiere todo “ahora” y el comercio quiere responder a ese “ahora” manejando la totalidad de su caja también “ahora” y no esperar a recibir los fondos “después” y con la comisión correspondiente aplicada por los jugadores que participan.
Verticales como el “fast delivery” transformándose casi al “same day delivery” , los modelos “rider” donde el freelance necesita liquidez instantánea, el fast fashion en el sector de la moda aplicado en los online retailers e incluso todo lo que gira alrededor del campo logístico y el nearshoring, son industrias que necesitan la velocidad de la transferencia además de mejorar su posición de caja para mantenerse competitivos reduciendo a su vez la exposición al fraude y a los famosos contra-cargos.
Por ello, desde Agosto del 2004 con la aparición de SPEI y con referencias de éxitos como UPI en India en 2016 y PIX en Brasil en 2019, han puesto el pago cuenta a cuenta (A2A) como el mejor posicionado para resolver las necesidades de estas industrias nuevas. El azar como no podía ser de otro modo, así como la revolución fintech alrededor de los pagos, acompañada de profundos cambios en la regulación, hacen que hoy no solo sea una realidad el uso de medios como la transferencia en línea sino que se prevea un crecimiento sostenido de un 17% anual en la penetración de este medio en el consumo digital en la región de LATAM.
En el mundo de las grandes cifras, esta conjunción entre adopción de medios como el cuenta a cuenta junto con el crecimiento sostenido en el online y las anteriores industrias se traslada a importantes ahorros como XX estimado en LATAM para el online y un aumento de su venta al alcanzar otros estratos de la población de hasta un XX% anual.
Las conclusiones son claras, los medios de pago ya no son solo la tarjeta o el cash, el verdadero “driver” es el smartphone y el medio de pago que mejor se adapte a él y más cobertura tenga sobre la población será el que predomine al final, incluyendo todas las realidades de la calle.
Av. Apoquindo 5950, Piso 18,
Las Condes, Santiago de Chile.
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